viernes, 16 de diciembre de 2011

Lectures Batxillerat 2011-12

Antología de poesía española


1. Jarchas, “Vayse meu corachón de mib”, “Garid vos, ay yermanelas”, “¿Qué faré, mamma?,

“Si me quereses” (siglo XI)

2. Lírica tradicional: “En Ávila, mis ojos”, “Que miraba la mar / la mal casada”; “Al alba venid,

buen amigo”, “Aprended, flores, de mí”, “Dentro en el vergel, moriré” (siglos XI-XVII)

3. Cantar de mío Cid, vv. 1-14, 715-777, 2689-2762 (finales del siglo XII)

4. Gonzalo de Berceo, Milagros de Nuestra Señora, XIV (ca. 1260)

5. Romancero viejo, “Romance del conde Arnaldos”, “Romance de la jura de Santa Águeda”

(siglos XIV-XIX)

6. Libro de buen amor, vv. 653-656, 697-701, 878-882, 950-971 (primer tercio del siglo XIV)

7. Marqués de Santillana, “la vaquera de la Finojosa” (primera mitad del siglo XV)


8. Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, vv. 1-5, 13-17, 25-28, 33-40 (después de

1476)

9. Garcilaso de la Vega, Soneto XXXIII, A Boscán desde La Goleta (ca. 1535)

10. Garcilaso de la Vega, Égloga III, vv. 8-10, 25-32, 3947 (antes de 1535)

11. Fray Luis de León, “El aire se serena” (Oda III) (mediados del siglo XVI)

12. San Juan de la Cruz, Cántico espiritual (segunda mitad del siglo XVI)

13. Luis de Góngora, “Mientras por competir con tu cabello” (ca. 1582)

14. Luis de Góngora, Fábula de Polifemo y Galatea, estrofas 4-9, 13-14, 62-63 (1611)

15. Lope de Vega, La Filomena, Epístola IX, vv. 49-63 (“Pasan las horas de la edad florida") (ca.

1610)

16. Andrés Fernández de Andrada, Epístola moral a Fabio, vv. 1-21, 46-51, 58-63, 67-72, 100-

108, 115-117, 127-129, 163-168, 172-174, 181-195, 202-205 (antes de 1613)

17. Francisco de Quevedo, “¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?” (ca. 1640)

18. Francisco de Quevedo, “Cerrar podrá mis ojos la postrera” (ca. 1620)

19. Sor Juana Inés de la Cruz, “Hombres necios que acusáis” (finales del siglo XVII)

20. José de Espronceda, “Marchitas ya las juveniles flores” (A XXX dedicándole estas poesías)

(ca. 1840)

21. Gustavo Adolfo Bécquer, “Del salón en el ángulo oscuro”, de Rimas (1868)

22. Rosalía de Castro, “Adiós, ríos; adiós, fontes”, de Cantares gallegos (1863)

23. Rubén Darío, “Canción de otoño en primavera”, de Cantos de vida y esperanza (1905)

24. Antonio Machado, “Campos de Soria”, de Campos de Castilla (1912)

25. Antonio Machado, “Proverbios y cantares”, XXIX, XLIV, de Campos de Castilla (1917)

26. Juan Ramón Jiménez, “Álamo blanco”, de Canción (1936)

27. Juan Ramón Jiménez, “Si yo, por ti, he creado un mundo para ti” (El nombre conseguido de

los nombres), de Dios deseado y deseante (1949)

28. Pedro Salinas, “El alma tenías”, de Presagios (1924)

29. Jorge Guillén, “Más allá”, de Cántico (1928)

30. Gerardo Diego, “Río Duero, río Duero”, de Soria (1923)

31. Federico García Lorca, “La luna vino a la fragua”, de Romancero gitano (1927)

32. Federico García Lorca, “Ciudad sin sueño”, de Poeta en Nueva York (1929-30, publicado en

1940)

33. Dámaso Alonso, “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas

estadísticas)”, de Hijos de la ira (1944)

34. Vicente Alexandre, “Se querían”, de La destrucción o el amor (1935)

35. Rafael Alberti, “Si mi voz muriera en tierra”, de Marinero en tierra (1924)

36. Luis Cernuda, “Donde habite el olvido”, de Donde habite el olvido (1933)

37. Miguel Hernández, “Yo quiero ser, llorando, el hortelano”, de El rayo que no cesa (1936)

38. Gabriel Celaya, “La poesía es un arma cargada de futuro”, de Cantos iberos (1955)

39. Blas de Otero, “En el principio”, de Pido la paz y la palabra (1955)

40. Ángel González, “Para que yo me llame Ángel González”, de Áspero mundo, (1956)

41. José María Valverde, “En el principio”, de Ser de palabra (1976)

42. José Ángel Valente, “Si no creamos un objeto metálico”, de El inocente (1970)

43. Jaime Gil de Biedma, “Intento formular mi experiencia de la guerra”, de Moralidades (1966).

44. María Victoria Atencia, “Placeta de San Marcos”, de El coleccionista (1979)

martes, 22 de marzo de 2011

La guerra civil en Nada

Los efectos de la Guerra Civil en la sociedad española:
alusiones en Nada de Carmen Laforet
"

© Claudia O. Tovar
Texas Tech University

Más allá de las alusiones explícitas a la Guerra Civil española, la novela Nada (1945) de Carmen Laforet, muestra a través de sus personajes, del ambiente y de la narración en general, los efectos desastrosos que el conflicto bélico dejaría a la España de los años cuarentas. En ese sentido, este ensayo analizará, el reflejo de dicho acontecimiento histórico en el primer trabajo literario de, en ese entonces, la joven y desconocida escritora.

En primer lugar, conviene aclarar las circunstancias bajo las cuales se encontraba la novela de la posguerra. Por una parte, el aislamiento político (mismo que imposibilitó el acceso a las fuentes culturales extranjeras) y, por la otra, la censura (Barrero 50).

En general, las novelas de los años posteriores a la Guerra Civil demostraron una total dependencia de las tendencias vigentes en el primer tercio del siglo. Con todo, el exilio, la represión y la censura crearon un panorama precario, agravado por las penurias editoriales y por el empobrecimiento intelectual del país.

Como ya se ha dicho, Nada fue la primera obra literaria de Carmen Laforet. A grandes rasgos, “[l]a novela narra el agotamiento de las clases medias, su falta de perspectivas tras la guerra y la confusión que les produce la falsa identidad que deben asumir en un mundo regido por el deber ser y la apariencia” (De la Fuente 12). Nada es, además, una obra triste, desalentadora, de tono sombrío y existencial, que refleja el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista.

En opinión de Rafael Bosch esta novela es “de interés puramente histórico” (130). Sin embargo, no es así, ya que en ella “la guerra está presente ya como hechos narrados, ya como fondo histórico o marco de referencias” (Wu 165). Además, el trabajo de Laforet realza su valor literario al utilizar los recursos técnicos de la novelística de la época, que le dan vida a los personajes y mediante los cuales la autora expone sus ideas. Cabe agregar que Nada no refleja aspectos ideológicos y políticos sino que centra su atención en los aspectos de la vida individual y social (141). En la narración, Carmen Laforet destaca el papel de la familia, el ambiente, la psicología, el modo de ser y de conducirse de los personajes y el medio social en que se desenvuelven (145).

[L]a guerra se puede encontrar entre las líneas, y en la forma de una obsesión por señalar constantemente las consecuencias destructivas como los desequilibrios psicológicos, la economía arruinada, la miseria y el miedo. La guerra no se representa mediante la relación conflictiva entre los vencedores y los vencidos u opresores y víctimas, sino que más bien se manifiesta a través de una realidad catastrófica que se refleja en la vida cotidiana española de la posguerra. (165)

Manuel José Ramos resume de la siguiente manera las circunstancias de la sociedad española en la posguerra:

[Fueron] años marcados en la misma proporción, por la desesperanza y la esperanza y, al mismo tiempo, por el miedo, la censura, el autoritarismo, la falta de libertades, el hambre, las cartillas de racionamiento, el frío, la censura de libros y de películas. En definitiva, la época más negra que, desde todos los puntos de vista, se ha vivido en España en este último siglo. (290)

De igual manera, la novela muestra una España dividida por el conflicto bélico, un ambiente en el que las personas luchan por sobrevivir, pero sin tener un futuro claro. Así, algunos personajes en Nada, reflejan las reminiscencias de la guerra que Ramos menciona, por ejemplo, el carácter controlador de Juan, parece remitirnos al autoritarismo impuesto por el gobierno franquista. Además, se puede percibir que la tía Angustias representa el control, cuando Andrea comenta: “sujeta por su mano, así tenía que permanecer” (Laforet 19). Randolph Pope, por su parte, asegura que Nada, “casi se atreve a diagnosticar la Guerra Civil como el origen del desquiciamiento de los personajes” (17). Por ejemplo, en un momento dado, Angustias, refiriéndose a la abuela dice “[c]on los sufrimientos de la guerra, que aparentemente soportaba tan bien, ha enloquecido” (Laforet 74).

La falta de libertades, de opciones de vida, especialmente para la mujer, también es un tema evidente en esta novela, en particular, en el siguiente diálogo entre Andrea y Angustias:

ANDREA. ¿Según tú una mujer no puede casarse, no tiene más remedio que entrar en el convento?

ANGUSTIAS. No es ésa mi idea.

(Se removió inquieta)

ANGUTIAS. Pero es verdad que sólo hay dos caminos para la mujer. Dos únicos caminos honrosos…Yo he escogido el mío, y estoy orgullosa de ello. He procedido como una hija de mi familia debía hacer. Como tu madre hubiera hecho en mi caso. Y Dios sabrá entender mi sacrificio… (72)

Así, el personaje de la tía Angustias representa la represión, la censura, la falta de libertad de la época tanto por lo que fue su vida, como por lo que espera sea la de su sobrina Andrea.

Durante el período histórico que nos ocupa, “[e]l régimen promovía una imagen ‘ideal’ de mujer como ‘eterna’, pasiva, pía, pura, sumisa mujer-como-madre para quien la abnegación propia era el único camino hacia la satisfacción verdadera” (Donapetry 75). De manera que, la mujer que tenía deseos e ideas propias e independientes con respecto a sus funciones maternas, estaba condenada a “no ser”, pero si era una mujer como el régimen indicaba, tenía que ser ella misma lo menos posible en favor de los hombres, quienes representaban el centro de su existencia (84). En ese sentido, Gloria lleva consigo un tanto cuanto un grado de abnegación que hace que se niegue a sí misma como ser individual. Gloria vive en la casa de la calle Aribau, bajo un constante miedo, y a la vez en una actitud pasiva, que no le permite modificar su vida angustiosa y de sufrimiento, oprimida por los arranques violentos de su esposo. Esto es evidente “cuando Gloria se queja a Andrea de la locura de Juan, aquel hombre atormentado que la golpea y del que no puede huir, simplemente porque no vislumbra su vida de otro modo” (De la Fuente 55).

¿Y cómo se puede huir cuando el hombre tiene una navaja y unas piernas para seguirte hasta el fin del mundo? ¡Ay, chica, tú no sabes lo que es tener miedo!... […]. Y si siempre fuera malo, chica, yo le podría aborrecer y sería mejor. Pero a veces me acaricia, me pide perdón y se pone a llorar como un niño pequeño… Y yo, ¿qué voy a hacer? Me pongo también a llorar y me entran los remordimientos…, porque todos tenemos nuestros remordimientos, hasta yo, no creas. (Laforet 189)

Otro de los aspectos que estaba mal visto en la mujer, era el hecho de fumar. “Fumar era un gesto desafiante y llamativo que rompía con el ideal de discreción que se exigía a la mujer” (De la Fuente 50). En el personaje de Andrea, es evidente que el fumar es un acto de rebeldía:

ROMAN. Ya sé que te gusta fumar.

ANDREA. No; pues no me gusta.

ROMAN. ¿Por qué me mientes a mí también?

[……………………………………..]

ANDREA. Pues no me gusta fumar. En el pueblo lo hacía expresamente

para molestar a Isabel, sin ningún otro motivo. Para escandalizarla,

para que me dejara venir a Barcelona por imposible. (Laforet 26)

En España la gente tenía que vivir bajo las políticas represoras del gobierno. Esa era una de las razones por las que la Guerra Civil fue “una época de miedo pero también de esperanza” (Ramos 303). Al viajar rumbo a Barcelona, Andrea representa la esperanza de encontrar una vida mejor, representa a las personas que salieron de su ciudad de origen para escapar de los conflictos nacionales. A pesar de que durante todo ese año en la casa de la calle Aribau, no pasa nada, la protagonista renace al salir de allí rumbo a Madrid para vivir con su amiga Ena. “La carta de Ena me había abierto, y esta vez de una manera real, los horizontes de la salvación” (Laforet 191).

Las consecuencias de la Guerra Civil también se perfilan en los aspectos económicos de la sociedad. […] [L]a guerra se presenta como la causa directa de las dificultades económicas y familiares que padecen los personajes. Frecuentemente se nota en las alusiones a la escasez material en el periodo de posguerra. (Wu 167)

Respecto a la carestía de víveres, nadie como Inmaculada de la Fuente para describir las circunstancias de la época:

Como en el inicio del Génesis, en los cuarenta no había nada. Ese era el sentir de muchos españoles cuando escudriñaban en sus despensas o se aventuraban a inspeccionar la calle. […] No había nada. Ni víveres suficientes ni perspectivas de futuro. Sólo algunas, pocas, esperanzas. La victoria había traído el orden y la resignación, pero en aquel abril de 1939, todavía envuelto en brumas, la vida seguía detenida y la deseada normalidad se demoraba. En los primeros días de la victoria se anunció el fin de las cartillas de racionamiento impuestas durante la guerra, se normalizó la venta de aceite y de carne y se impusieron los precios anteriores al 18 de julio de 1936, en un intento de borrar de golpe las secuelas de la guerra. Pero la devastación había sido tan honda que, dos meses después, la falta de abastecimiento obligó a las autoridades a racionar de nuevo los alimentos de primera necesidad, lo que no impidió que los mejor relacionados favorecidos acapararan parte de esos escasos y codiciados artículos vendidos en el mercado negro a precios desmesurados. (37)

Raymond Carr en su libro España de la dictadura a la democracia respecto a la autarquía agrega:

Lo que era peculiar y único en la economía española no eran la escasez de suministros y su consecuente racionamiento, ni el control de los precios, sino el grado de ese control, la torpeza del aparato que lo ejercía y la extravagante jerga nacionalista con que las decisiones económicas eran presentadas al público. (71)

Este problema económico-social por el que España atravesaba, aparece en la novela Nada, obra que “simbolizaba la miseria y la oscuridad de los años del estraperlo y el hambre…” (De la Fuente 11). En la narración, Gloria es un elemento medular, ya que representa “las estrategias para combatir el hambre y luchar por la supervivencia…(77).

La lucha por la supervivencia económica también la refleja Angustias, pues representa además, al grupo de españolas solteras que “se mostraban diligentes en trabajar” (38), pues era quien se encargaba de mantener a la familia.

En la novela, el hambre, la necesidad económica y la pobreza son hechos indiscutibles a los que Carmen Laforet alude en varias ocasiones, particularmente en el personaje de Andrea, la protagonista. Para muestra baste el siguiente pasaje de la narración:

Angustias examinando mis zapatos [los de Andrea], cuyo cuero arrugado como una cara expresiva delataba su vejez, señaló las suelas rotas que rezumaban humedad y dijo que yo había cogido un enfriamiento por llevar los pies mojados.

ANGUSTIAS. Además, hija mía, cuando se es pobre y se tiene que vivir a costa de la caridad de los parientes, es necesario cuidar más las prendas personales. Tienes que andar menos y pisar con más cuidado… (40)

Como se ha podido observar hasta ahora, la Guerra Civil significó una ruptura de la continuidad histórica, ideológica, cultural y moral de la vida española que provocó una conciencia de discontinuidad. La gente vivía desorientada a causa de la dislocación en la sociedad producida por el conflicto civil. Este hecho aumentó la necesidad de mucha gente del auxilio de la religión. Por su parte, el catolicismo, contaba con autoridad para intervenir en la vida social, y, por eso, la Iglesia católica se afianzó como una fuerza política en la España de la posguerra. Como consecuencia, los aspectos sociológicos e institucionales de la Iglesia se convirtieron en una fuerza dominante de la época (Wu 155-56).

En la novela de Carmen Laforet, hay varias alusiones a la religión católica. Por ejemplo, cuando Angustias se despide bendiciendo a la familia como una santa y posteriormente, al partir el tren en que viajaba, se santigua. Sin embargo, es importante aclarar que:

los aspectos religiosos manifestados […] carecen de valor teológico y bíblico, y se presentan cargados de un sentido social, porque el enfoque religioso radica en un ambiente determinado por la situación histórica y política de la posguerra. (164)

Por eso, lo que hace Laforet es, dirigir su atención a “los valores morales de la cristiandad dentro del contexto social” (164).

En conclusión, fueron muchos los efectos desastrosos causados por la Guerra Civil española. Algunos de ellos como la represión, el desquiciamiento, el autoritarismo, la falta de libertades, la pobreza, el hambre y la función social de la religión católica han sido desarrollados en la narración, unas veces explícita y otras sutilmente a través de la escritura sencilla de Carmen Laforet, quien, al ser partícipe de los terribles acontecimientos históricos, no ha dejado de aludir a lo inexpresable en su primera obra literaria tan acertadamente titulada Nada.

El texto narrativo

LA HISTORIA | EL ORDEN DE LOS ACONTECIMIENTOS |
EL NARRADOR Y EL PUNTO DE VISTA | LOS PERSONAJES |
EL TIEMPO | EL ESPACIO | EL RECEPTOR

Narrar es contar. La narración es un tipo de texto en el que se cuentan hechos reales o imaginarios. Al abordar el análisis de los textos narrativos es necesario estudiar la historia y las acciones que la componen (argumento), los personajes que las llevan a cabo, el tiempo y el espacio donde se desarrollan, cómo se ordenan todos estos elementos (estructura) y desde qué punto de vista se cuentan.

LA HISTORIA

La mayor parte de los relatos presenta una acción principal y varias secundarias. Estas acciones se combinan entre sí, alternando su aparición y entrecruzando sus desarrollos para conformar el ritmo de la narración.

Un relato presenta distinto ritmo narrativo según el procedimiento de encadenamiento de secuencias que se emplee:

CONDENSACIÓN: Los acontecimientos se cuentan de una manera condensada. Muchas veces se recurre a la elipsis narrativa. La condensación es un recurso imprescindible en aquellas historias cuya acción presenta una dilatada duración temporal.
EXPANSIÓN: El relato se demora e incluso se detiene para incluir elementos complementarios a la acción, tales como descripciones. Es un procedimiento característico de la novela psicológica, donde la acción se ralentiza para prestar atención a los rasgos de personalidad o a las actitudes de los distintos personajes.

ORDEN DE LOS ACONTECIMIENTOS


La primera finalidad del narrador es dar a conocer la historia de un modo comprensible para el lector. Por ello, muchos relatos se organizan con sencillez siguiendo un orden; pero en no pocas narraciones esa ordenación sufre modificaciones.

El autor puede acelerar o ralentizar la acción a su conveniencia, detenerla para dejar que hablen los personajes, anticipar o posponer hechos, ocultar datos y reservarlos para el momento oportuno, ofrecer pistas falsas, centrar la atención en determinados aspectos con menosprecio de otros, etc.

Del tratamiento de la acción se deriva la tensión narrativa. Esta puede suscitar en el lector diversos estados emocionales (expectativa, incertidumbre, intriga, serenidad…)

En una narración se distingue la ESTRUCTURA EXTERNA y la ESTRUCTURA INTERNA :

La primera organiza el contenido de la historia en capítulos, partes, tratados, secuencias…; la segunda, depende del orden de los acontecimientos.

Teniendo en cuenta el orden de los acontecimientos de la narración, pueden darse diferentes estructuras narrativas:

LINEAL O CRONOLÓGICA: El orden del discurso sigue el orden de la historia.
IN MEDIAS RES (expresión latina “en medio del asunto”): El relato empieza en medio de la narración, sin previa aclaración de la historia. Se trata de un comienzo abrupto empleado para captar la atención del lector.
RUPTURA TEMPORAL:
Flash-back (retrospección o analepsis): El narradortraslada la acción al pasado.
Flashforward (anticipación o prolepsis): El narrador anticipa acciones, se adelanta en el tiempo.
Contrapunto: Varias historias se entrecruzan a lo largo de la narración.
Circular: El texto se inicia y se acaba del mismo modo.


NARRADOR Y PUNTO DE VISTA


El narrador es un elemento más, como lo son la historia o los personajes. Ha sido creado por el autor para que lleve a cabo la misión de contar la historia. La caracterización del narrador dependerá de la información de que disponga para contar la historia y del punto de vista que adopte.

Se puede narrar una historia

DESDE LA 3ª PERSONA
Narrador omnisciente ( que todo lo sabe): Aquel cuyo conocimiento de los hechos es total y absoluto. Sabe lo que piensan y sienten los personajes: sus sentimientos, sensaciones, intenciones, planes… La omnisciencia admite distintos grados de implicación, a veces, incluye intervenciones y comentarios del narrador o apela al lector.
Narrador observador: Sólo cuenta lo que puede observar. De modo parecido a como lo hace una cámara de cine, el narrador muestra lo que ve.

DESDE LA 1 ª PERSONA
Narrador protagonista: El narrador es también el protagonista (autobiografía real o ficticia).
Narrador personaje secundario: El narrador es un testigo que ha asistido al desarrollo de los hechos. A veces,los testigos son varios (multiperspectivismo, punto de vista caleidoscópico).

DESDE LA 2 ª PERSONA
Supone un desdoblamiento del yo. El narrador crea el efecto de estar contándose la historia a sí mismo o a un yo desdoblado.


LOS PERSONAJES


Los personajes son el elemento fundamental de la narración, el hilo conductor de los hechos. Estos se organizan, según su grado de participación en la historia, en personajes principales, secundarios y comparsas.

El protagonista es el centro de la narración. Puede ser un individuo, varios o una colectividad. Es un personaje redondo, es decir, evoluciona a lo largo de la novela. A veces,se le opone un antagonista.
El secundario es un personaje plano que no evoluciona. La mayoría de las veces responde a un arquetipo.
Los comparsas (o extras) son meros elementos presenciales.

Existen dos maneras de caracterizar a los personajes:

La caracterización directa permite conocer a los personajes a partir de los datos que proporciona el narrador u otro personaje del relato.
La caracterización indirecta permite deducir cómo son a través de sus pensamientos, comentarios, acciones, reacciones, gestos, etc.



En un relato, las voces de los personajesse dejan oír a través de los modelos de cita conocidos como estilo directo, estilo indirecto y estilo indirecto libre.

ESTILO DIRECTO: Sirve para reproducir textualmente las palabras de un personaje (Juan pensó: “aquí no aguanto yo dos días”).
Se construye mediante la yuxtaposición de dos segmentos: el marco de la cita, que se vale de los verba dicendi( Juan pensó) y la cita propiamente dicha (“aquí no aguanto yo dos días”).
ESTILO INDIRECTO: En este caso se acomodan las palabras de alguien a una nueva situación comunicativa (Juan pensó que allí no aguantaba él dos días ).
La cita se introduce por una conjunción (“que”, “si”, “cuándo”…) y sufren cambios las formas pronominales, los deícticos de tiempo y espacio y el tiempo verbal.
ESTILO INDIRECTO LIBRE: El narrador en tercera persona, recoge las palabras o pensamientos de los personajes como si fuera en estilo directo; pero, en este caso, las palabras se insertan sin el verbum dicendi, sin los nexos y sin las marcas tipográficas (La situación era caótica. Allí no aguantaba él dos días.”)
EL MONÓLOGO: Es una variante en la que un personaje habla consigo mismo. Esta forma deja entrever el interior del personaje, sus sentimientos, sus emociones… Aunque lo normal es el uso de la primera persona, también se utiliza la segunda cuando se desdobla y habla consigo misma.


EL TIEMPO


Cuando se analiza el tiempo de la narración conviene tener en cuenta esta distinción:

EL TIEMPO EXTERNO O HISTÓRICO: Es la época o momento en que se sitúa la narración. Puede ser explícito o deducirse del ambiente, personajes, costumbres, etc.
EL TIEMPO INTERNO: Es el tiempo que duran los acontecimientos narrados en la historia. Puede ser toda una vida o varios días. El autor selecciona los momentos que juzga interesantes y omite (elipsis =saltos temporales) aquellos que considera innecesarios.


EL ESPACIO


El espacio es el marco físico donde se ubican los personajes y los ambientes geográficos y sociales en los que se desarrollan las acciones.
Así habrá que distinguir entre espacios exteriores o abiertos e interiores o cerrados.
Con frecuencia, el espacio no es un simple decorado sino que llega a determinar el comportamiento de los personajes, a reflejar el estado anímico de éstos e incluso a constituirse en eje central del relato.




EL RECEPTOR


La consideración del receptor en el proceso comunicativo es importante, pues conviene distinguir dos tipos de receptores:

EL DESTINATARIO: El lector a quien el autor destina su obra. Se trata de un receptor externo al texto que determina el proceso de creación, pues el creador tiene presente al público al que se dirige.
EL NARRATARIO: Es un sujeto o colectividad concreta a quien el narrador cita explícitamente y le cuenta la historia. Es un receptor interno al relato, un artificio narrativocon el que se concreta y personaliza la historia.



lunes, 21 de marzo de 2011

Bécquer y Alberti




Compara la Rima XXIX de Bécquer con el poema "La niña rosa, sentada" de Marinero en tierra de R. Alberti.

miércoles, 16 de marzo de 2011


EJERCICIOS DE SELECTIVIDAD A PROPÓSITO DE NADA


1. Comente el siguiente pasaje de la novela Nada, de Carmen Laforet, destacando su
significación en la obra. [5 puntos: 3 para el contenido y 2 para la capacidad de
argumentación y la cohesión del comentario]
La abuelita hablaba también, como siempre, de los mismos temas. Eran hechos recientes, de
la pasada guerra, y antiguos, de muchos años atrás, cuando sus hijos eran niños.
En mi cabeza, un poco dolorida, se mezclaban las dos voces en una cantinela con fondo de
lluvia y me adormecían.
ABUELA.—No había dos hermanos que se quisieran más. (¿Me escuchas, Andrea?)No había dos
hermanos como Román y Juanito… Yo he tenido seis hijos. Los otros cuatro estaban siempre
cada uno por su lado, las chicas reñían entre ellas, pero estos dos pequeños eran como dos
ángeles… Juan era rubio y Román muy moreno, y yo siempre los vestía con trajes iguales. Los
domingos iban a misa conmigo y con tu abuelo… En el colegio, si algún chico se peleaba con
uno de ellos, ya estaba el otro allí para defenderle.
Román era más pícaro…, pero ¡cómo se querían! Todos los hijos deben ser iguales para una
madre, pero estos dos fueron sobre todos para mí… como eran los más pequeños… como
fueron los más desgraciados… Sobre todo Juan.
GLORIA.—¿Tú sabías que Juan quiso ser militar y, como le suspendieron en el ingreso
de la Academia, se marchó a África, al Tercio, y estuvo allí muchos años?
Se trata del único pasaje de la obra en que los personajes dialogan en estilo directo, de modo casi
teatral, puesto que al principio de cada turno aparece el nombredel personaje que interviene. El texto
presenta una estructura bipartita: tras un pasaje inicial narrativo, puesto en boca de la narradoraprotagonista,
en primera persona del singular y en pretérito imperfecto, siguen dos intervenciones de un
diálogo. En ambas se hace referencia a Andrea, que escucha medio adormecida. El pasaje de la abuela,
caracterizado por un lenguaje sencillo y expresivo (interrogación de carácter fático, una exclamación, los
puntos suspensivos), sirve para presentar al lector la descendencia completa de la abuela y para mostrar
la plácida relación infantil entre Juan y Román, tan distinta de la actual. Alterna partes descriptivas con
otras narrativas, y los reiterados puntos suspensivos sirven para indicar que la anciana sigue meditando y
para marcar el ritmo pausado de sus recuerdos. Gloria, por su parte, no continúa con el asunto
explicado por la abuela y da inicio a otro, dirigiéndole una pregunta a Andrea.
Los dos puntos restantes se adjudicarán según la capacidad de argumentación, la coherencia
del discurso, la fluidez expresiva y, en definitiva, la cohesión y articulación del comentario.
2. Sitúe la novela Nada en el panorama narrativo de la posguerra española.
[2,5 puntos]
3. Interprete y justifique la siguiente observación del crítico Gonzalo Sobejano acerca de
la novela Nada y del significado de su título: «Bajo la apariencia misteriosa se oculta la
vileza y al fondo de la esperanza está la nada». [2,5 puntos]
4.Comente el siguiente pasaje de Nada, de Carmen Laforet, destacando su significación
en la obra. [5 puntos: 3 para el contenido y 2 para la capacidad de argumentación y la
cohesión del comentario]
Miré el reloj instintivamente.
— Me oyes como quien oye llover, ya lo veo… ¡Infeliz! ¡Ya te golpeará la vida, ya te triturará,
ya te aplastará! Entonces me recordarás… ¡Oh! ¡Hubiera querido matarte cuando pequeña
antes de dejarte crecer así! Y no me mires con ese asombro. Ya sé que hasta ahora no has
hecho nada malo. Pero lo harás en cuanto yo me vaya… ¡Lo harás! ¡Lo harás! Tú no dominarás
tu cuerpo y tu alma. Tú no, tú no… Tú no podrás dominarlos.
Yo veía en el espejo, de refilón, la imagen de mis dieciocho años áridos, encerrados en una
figura alargada, y veía la bella y torneada mano de Angustias crispándose en el respaldo de
una silla. Una mano blanca, de palma abultada y suave. Una mano sensual, ahora desgarrada,
gritando con la crispación de sus dedos más que la voz excitada de mi tía.
Empecé a sentirme conmovida y un poco asustada, pues el desvarío de Angustias amenazaba
abrazarme, arrastrarme también.

Día mundial de la poesía


El 21 de marzo se celebra el día mundial de la poesía y pensamos que la mejor manera de celebrarlo es compartiendo nuestros poemas "especiales". ¿Nos enseñas los tuyos?

viernes, 11 de marzo de 2011

Arqueólogos por un día

Descubre los secretos de la arqueología.

viernes, 25 de febrero de 2011

Rincón del haiku.org

Pilar Literario: Haikus

Haikus

¿Cómo va la semana blanca?
Para los aburridos, una idea: escribe un haiku y compártelo con nosotros.

miércoles, 23 de febrero de 2011

relato de aventuras para 3º D

Venga chicos, mandadme vuestros relatos

martes, 22 de febrero de 2011

Romanticismo


LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX: EL ROMANTICISMO

I. GÉNESIS DEL ROMANTICISMO. EL ROMANTICISMO EN EUROPA.

Según la inmensa mayoría de sus teóricos, el Romanticismo no fue una simple moda o tendencia literaria; sino una corriente de pensamiento global; que alcanzó a la totalidad de los sectores de la vida y la cultura occidental. Se concibe el movimiento como una revolución artística, social e ideológica que implica el fin del Antiguo Régimen, y, en consecuencia, una de las etapas de la cultura occidental equiparable en su calado y trascendencia al Renacimiento o la Ilustración.
Antes de pasar a analizar los rasgos estéticos e ideológicos del Romanticismo, parece necesario indagar en los factores históricos y filosóficos que lo propician y de los que se nutre.
Desde el punto de vista político, la transición del siglo XVIII al XIX (época en la que surge el Romanticismo en sus países de origen) es una etapa marcada por varios acontecimientos revolucionarios que transforman de un modo radical la sociedad occidental:
• La Revolución Industrial (1760-1840) supondrá el desarrollo del maquinismo y la implementación de nuevas formas de producción que conducen al auge de la clase burguesa y el liberalismo, en pugna con el proletariado y las nuevas políticas (comunismo, anarquismo) asociadas al movimiento obrero.
• La revolución americana e independencia (1776) de Estados Unidos, a la que habría que añadir otros muchos procesos de descolonización que se producen entonces.
• Los movimientos nacionalistas europeos, que se produjeron en dos formatos radicalmente opuestos. El unificador de Alemania o Italia; y el disgregador de los territorios adscritos a los imperios austriaco y otomano.
• La Revolución francesa (1789), que se convertiría en el emblema de todos los partidarios de suprimir definitivamente las desigualdades promovidas por el Antiguo Régimen.

En el ámbito de la cultura, una serie de escritores y pensadores, se convertirán en portavoces de una ideología acorde con los nuevos tiempos, de la que se hará eco el movimiento romántico.
Entre estos precursores del Romanticismo destacan:
• Rousseau, cuya obra ilustra el conflicto, típicamente romántico entre el individuo y la sociedad, que, en su mito del buen salvaje, considera esencialmente mala.
• Hegel y Fichte extreman los posicionamientos idealistas inaugurados por Kant, exaltando el individualismo y el espíritu; en contraposición con los ideales cívicos y comunitarios que habían caracterizado a la Ilustración.
• En el terreno de la estética y la teoría del arte se producen también profundas transformaciones cuya máxima expresión es el movimiento Sturm und Drang (tempestad y pasión) alemán. Dicho movimiento promueve el predominio del sentimiento sobre la razón, la primacía del genio individual sobre los preceptos decretados por la tradición y el interés por las manifestaciones populares del arte entendiéndolas como cauce de expresión del Volksgeist (espíritu del pueblo). Estas mismas tendencias estéticas aparecen también muy arraigadas en Inglaterra en la que el furor por la mitología celta y escandinava fue una constante. Es significativa, en este sentido, la moda Ossianista, que parte de la publicación de unos poemas atribuidos a Ossian, bardo irlandés del siglo III creado, al igual que los poemas, por Mac Pherson, el supuesto editor-traductor de este poeta inexistente que, paradójicamente, sería imitado hasta la saciedad en toda Europa.

En este caldo de cultivo surge el Romanticismo en su vertiente literaria. Sus países de origen son Alemania e Inglaterra. En ellos, el movimiento ya se encuentra plenamente consolidado en torno al 1800. Desde allí, se irá extendiendo paulatinamente al resto de Europa, en un proceso de difusión que se puede considerar culminado en 1830.
Antes de pasar a exponer las constantes ideológicas que subyacen a la visión del mundo romántica, y analizar su arraigo en España, conviene mencionar a algunos de sus máximos representantes en los primeros países que lo asumieron.
En Alemania, nos encontramos con el grupo de Jena de orientación tradicional, en el que figuraron autores tan importantes como Schiller, Novalis o los hermanos Schlegel; y El grupo de Heidelberg engrosado por Heine, Hoffman y los hermanos Grimm, entre otros.
En Inglaterra, no podemos dejar de mencionar a Walter Scott y a Wallpole, padres de la novela histórica y gótica, respectivamente; a Lord Byron, William Blake o Keats, en el terreno de la lírica.
Chateaubriand, Victor Hugo, Lamartine o Madame Stäel en Francia.

II. LA CONCEPCIÓN ROMÁNTICA DEL MUNDO.

Hemos expuesto los acontecimientos y los ideales que condicionan el surgimiento del Romanticismo, partiendo de ellos, podemos realizar una síntesis de los rasgos que esencialmente componen la visión del mundo romántica.

1. Irracionalismo, subjetivismo e idealismo. Este el sustrato filosófico sobre el que se asienta la perspectiva romántica de la existencia. La razón se considera insuficiente para explicar el mundo; puesto que el caos y lo inexplicable son componentes esenciales de la realidad (irracionalismo). En consonancia con ello, se reivindican, desde un posicionamiento subjetivista, nuevas formas de conocimiento como la intuición, la imaginación o el instinto. Por último, otra constante, casi obsesiva en el ideario romántico es la búsqueda de lo trascendente, de lo ideal, de lo absoluto, que en la mayoría de los casos conduce a la perpetua insatisfacción.
2. Sentimiento de no plenitud. El rasgo neurálgico de la concepción romántica de la vida es lo que Hegel denominó la conciencia desgraciada. El Romanticismo entronca, en este sentido, con movimientos culturales anteriores y posteriores a él, como el Barroco y el existencialismo. La vida se ve como algo inconsistente y fugaz que provoca angustia y frustración. Desde este presupuesto, se explica la obsesión romántica con la muerte, los ambientes sepulcrales, las ruinas y la vida de ultratumba formalizada literariamente en géneros como la novela gótica o de terror.
3. Desacuerdo con el mundo. Parafraseando a Cernuda, podemos resumir el Romanticismo como un eterno conflicto entre la realidad y el deseo. El romántico es un eterno descontento, cuyos ideales chocan contra una realidad injusta y encanallada por el progreso y la industrialización; una realidad dominada por la gris burguesía compuesta de mercaderes y tecnócratas. Ante este desengaño, caben dos posibles actuaciones: la rebeldía literaria y existencial, tal es la que adoptaron Lord Byron o Espronceda, conspiradores en la literatura y en la realidad; o la evasión, a través del cultivo de lo exótico y lo histórico, en la literatura, y mediante el suicidio (como es el caso de Larra) en la vida.
4. La libertad. Es el valor central exaltado por el romántico, y se traduce, en algunos casos, en una postura liberal en política, y de lucha en defensa de los desfavorecidos. Se traduce, también, en un desprecio total hacia todos los preceptos que lastren la creatividad personal, en el terreno del arte. Estas ansias de libertad, en consonancia con lo que hemos dicho anteriormente, pocas veces llegan a realizarse, apareciendo abocadas, casi siempre, a un desenlace trágico en el que la ciega injusticia del destino acaba imponiéndose.
5. Exaltación del yo. Este factor imbuido de la filosofía de Fichte, nos muestra al romántico como un ser que se considera superior al mundo que lo rodea. El poeta ya no es, como en la Ilustración, un sabio metódico que domina una técnica; sino un genio dotado para la poesía desde su nacimiento, y tocado por la inspiración. Los románticos se consideran a sí mismos una élite de seres superiores e incomprendidos por el vulgo, que viven (por afirmar su individualidad) en la soledad más radical. Una soledad que en muchos casos tratan de paliar buscando el amor.
6. La naturaleza dinámica. El sentimiento de la naturaleza es otra constante en la creación romántica. Frente a la naturaleza artificiosa y armónica del Neoclasicismo, el romántico se inclina por los paisajes salvajes y tempestuosos, que desbordan la percepción por su grandiosidad, provocando un efecto sublime. La noche, los bosques, las tormentas, los cementerios y las ruinas dominan la imaginería romántica. Estos paisajes aparecen, además, en la mayoría de los casos subjetivados.
7. La historia. Debido a su desacuerdo con el mundo en que vivieron, el Romanticismo fue un movimiento historicista. En el pasado buscaban los ideales que habían desaparecido. Se instaura un culto a lo popular, lo vernáculo y lo medieval, que en muchos casos aparece estrechamente interrelacionado, en el ámbito de la política, con el nacionalismo y el independentismo (piénsese en este sentido en el Rexurdimentu gallego o la Renaixença catalana).

Expuestas estas cuestiones, centrémonos en el desarrollo del movimiento romántico en España.

III. EL ROMANTICISMO ESPAÑOL.

CRONOLOGÍA.

Tanto si hablamos de su inicio, como de de su finalización, los límites cronológicos del Romanticismo en España resultan difíciles de concretar.
Así por lo que se refiere a sus inicios nos encontramos con que, aunque la célebre polémica entre Mora y Nicolás Böhl de Faber acerca del teatro data de 1814, las primeras manifestaciones creativas del Romanticismo no tendrán lugar, hasta los años 30.
En cuanto a la fecha de finalización, las cosas no están mucho más claras, pues, si por un lado es en 1849, cuando se publica La gaviota de Fernán Caballero, obra precursora del Realismo; por otro, nos encontramos con que, en los años 60, Becquer y Rosalía producen sus obras, en una línea claramente deudora del Romanticismo.
Teniendo en cuenta, todas estas complejidades, la crítica tiende a establecer los siguientes periodos en el XIX.

• Fin del Neoclasicismo hasta 1830.
• Romanticismo 1830-1850.
• Postromanticismo 1850-1875.
• Realismo 1875-1898.

Como podemos ver, la incorporación de España a la revolución romántica fue lenta y rezagada en comparación con otros países. Este hecho parece condicionado por las circunstancias políticas. Circunstancias críticas sobre todo, en la llamada Década Ominosa (1823-1833) del reinado absolutista de Fernando VII, que supuso el exilio de los escritores próximos al Liberalismo que hubieran podido aportar algo. Poco a poco, sin embargo, gracias a las traducciones, el retorno de algunos exiliados y las publicaciones como El europeo, El diario mercantil o El mercurio gaditano, las nuevas ideas irán implantándose en nuestro país.


CARACTERÍSTICAS TEMÁTICAS.

Podemos decir que la literatura romántica española se centra en tres grandes núcleos temáticos: la historia, los sentimientos y los conflictos sociales.

La historia.

En toda Europa se acudió a ella con frecuencia como fuente de inspiración; ya fuese utilizándola como telón de fondo o mero escenario; ya tomándola como pretexto para reflejar una situación actual desde un punto de vista crítico. Cada una de estas variantes solían asociarse con una ideología conservadora y progresista, respectivamente.
En nuestro país, sólo se cultivó la primera tendencia. Imbuida de ideas conservadoras y para resurrección de antiguos valores como el honor. El interés se proyecta de un modo exclusivo a la historia nacional, con preferencia a la Edad Media de la que se resucita la maurofilia que ya había aparecido en algunos romances medievales. También se recurre en segundo lugar al Siglo de Oro. La historia está presente en todos los géneros: El señor de Bembibre, El moro expósito, El trovador.

Los sentimientos.

Ocupa un puesto de excepción el amor, un amor siempre trágico, que presenta diversas modulaciones.
• Es a veces un amor ideal, melancólico e inalcanzable.
• Amor verdadero y apasionado al que se opone la sociedad, a través de la familia, y en última instancia la fatalidad (como sucede en Don Álvaro o la fuerza del sino).
• Ocasionalmente el erotismo está presente en el Romanticismo español. Un erotismo negativo emparentado con la muerte y que expresa el hastío vital del autor.
• Para terminar, conviene mencionar el tratamiento idealizado que se da a la mujer. Idealización radical que la presenta, ya como “ángel de amor”, ya como un demonio exquisitamente dotado para el mal.

Otro tema recurrente es la religión. Como sentimiento no es firme, se apela a un dios inconcreto, e incluso es habitual el satanismo (así “El diablo mundo” de Espronceda, o la escena final de “Don Álvaro…”). En el plano institucional, se admira la belleza de la liturgia católica y las catedrales, pero, a veces, se critica al clero.
Respecto a la vida, se mantienen las constantes que hemos enunciado al comienzo del tema. El desprecio a la muerte conduce al heroísmo que es algo que cuenta con una especial presencia en nuestra literatura, el suicidio y el cementerio se convertirán en lugares comunes.

Los conflictos sociales.

La literatura romántica se caracteriza por su compromiso social desde posiciones conservadoras o progresistas. El poeta se considera a sí mismo profeta de los tiempos modernos, que debe denunciar las injusticias y fallos de la sociedad en la que vive y a la que desprecia como factor degenerador y castrador del individuo (mito del buen salvaje). Este compromiso se traduce en tres actitudes fundamentales:
• Humanitarismo de raíz ilustrada radicalizado en una sistemática simpatía hacia los tipos marginales: piratas, mendigos, presos, bandidos, etc.
• Nacionalismo. Exacerbado, como es lógico, por la victoria sobre los franceses en la guerra de La Independencia y expresado, con frecuencia en la literatura. En relación con esta cuestión es necesario citar el nacimiento de los movimientos nacionalistas en Galicia y Cataluña con sus movimientos de resurrección de la cultura vernácula: Rexurdimento y Renaixença, respectivamente.
• Costumbrismo. Hay en el Romanticismo un vivo interés por captar los matices pintorescos y genuinos de la sociedad española, que, según muchos escritores, componen su verdadera esencia.

CARACTERÍSTICAS FORMALES.

Se pueden sintetizar siguiendo a Navas Ruiz en: color local, fantasía, procedimientos caracterizadores, lenguaje.

Color local.

Esta característica se opone a las pretensiones de universalidad del Neoclasicismo. Hay un interés eminente por captar el entorno concreto en el que se desenvuelve el ser humano y por el paisaje. La naturaleza aparece subjetivada. La noche, las tempestades, la primavera y el otoño son lugares comunes en la ambientación romántica.
Cuando se trata de recrear paisajes urbanos, se recurre a ciudades cargadas de historia y belleza arquitectónica como Granada, Toledo o Salamanca.

Fantasía.

Interés por lo sobrenatural y la vida de ultratumba. Se recurre a menudo a la visión y el sueño.

Procedimientos caracterizadores.

Se crean tipos más que caracteres, son personajes de una pieza que encarnan valores antes que representar a individuos. El planteamiento es maniqueo, esto es, los personajes aparecen polarizados en buenos y malos. Se da importancia al gesto y al entorno como modos de caracterizar a estos personajes, en relación con esto cabe mencionar el patente influjo de la fisiognomía y la craneoscopia en las descripciones.

El lenguaje.

• En primer lugar, se eliminan las referencias neoclásicas como son la utilización de nombres mitológicos para referirse a los fenómenos naturales, etc.
• Se rechaza la distinción entre palabras nobles y plebeyas, se introducen palabras populares que aportan expresividad.
• Algunas palabras, adjetivos sobre todo, se utilizan hasta la saciedad configurando una especie de léxico romántico, así: fatal, lúgubre, lóbrego sempiterno, raudo, infernal.
• El estilo es, casi siempre, enfático y grandilocuente. Caracterizado por el exceso verbal y la abundancia de puntos suspensivos, exclamaciones, interrogaciones, antítesis.
• El frecuente el uso de la ironía y el sarcasmo como expresión del desengaño.
• Uso de términos políticos.
• Por último, cabe mencionar, en contraposición con la centuria previa, la tendencia al purismo lingüístico que rechaza el uso de galicismos (nacionalismo).

LOS GÉNEROS.

La poesía

Con posterioridad a la muerte de Fernando VII, el género experimenta un notable desarrollo al que contribuyeron el surgimiento de nuevos periódicos y revistas, y el desarrollo de un interés por la literatura por parte de la clase burguesa.
Consignamos, dentro de la poesía romántica, dos tendencias fundamentales: poesía narrativa y poesía lírica.
La primera relata en metros muy variados todo tipo de hechos históricos, legendarios o inventados, combinando la narración, con lo puramente lírico e incluso el diálogo. En este contexto, podemos hablar de un importante proceso revitalización del romance, forma muy cultivada y apreciada por los románticos al encarnar muchos de los valores(tradición, origen popular, primitivismo) que estos defendían.
Dentro de la poesía narrativa se pueden mencionar obras como El moro expósito (1834) de el Duque de Rivas, El estudiante de Salamanca(1840) y El diablo mundo(1841) de Espronceda y Granada(1840) de Zorrilla.
La lírica expresa a través del verso todos los temas y preocupaciones típicamente románticos que ya hemos comentado. La mayor parte de los críticos coincide en señalar una falta de autenticidad sentimental en la mayoría de las manifestaciones de esta tendencia y un exceso de retórica, grandilocuencia y tópicos. Los rasgos formales más evidentes son: la mezcla de géneros y la polimetría. Zorrilla y Espronceda siguen siendo los autores más importantes junto a Carolina Coronado, Gil y Carrasco o Gertrudis Gómez de Avellaneda. Será en el postromanticismo, con las obras de Bécquer y Rosalía, donde encontremos un desarrollo, de mucha mayor calidad, de la lírica romántica.



La prosa

Salvando la gran figura de Larra, la primera mitad del XIX se caracteriza, más que por haber producido grandes escritores, por haber sido el momento en que se van desarrollando las condiciones necesarias para que exista un mercado editorial capaz de satisfacer la demanda lectora de la floreciente burguesía. En este ámbito es imprescindible mencionar la novela por entregas y el folletín, en la que destacaron Manuel Fernández y González (cuyas iniciales, MFG eran popularmente traducidas como: mentiras fabrico grandes) y el mallorquín Wenceslao Ayguals de Izco. Esta literatura es, sin embargo, por sus temas y estética mucho más próxima al Realismo que al Romanticismo, en la mayoría de los casos.
En el terreno de la prosa verdaderamente romántica, habría que destacar dos manifestaciones o subgéneros: la novela histórica y el costumbrismo.
La primera, siguiendo el magisterio de Walter Scott, padre escocés del género, ambienta sus tramas en la Edad Media, llevando a cabo una reconstrucción de esta época con fines meramente estéticos, sin pretensión alguna de rigor. Lo medieval no es más que una tramoya que se presenta con premeditada imprecisión temporal (o anacronismos, incluso); y que simplemente sirve de fondo para el despliegue, por parte de los personajes, de un conflicto narrativo, que suele ser de carácter amoroso. Entre los recursos técnicos presentes en el género cabe destacar: el tópico del apócrifo, las descripciones minuciosas, el maniqueísmo, las tramas enrevesadas y el uso de un léxico arcaizante que recrea el lenguaje de la época. Autores y obras importantes serían Sancho Saldaña (1834), de Espronceda; Sab (1834), de Gertrudis Gómez de Avellaneda; y, sobre todo, El señor de Bembibre (1844), Enrique Gil y Carrasco.
El costumbrismo surge estrechamente vinculado a las publicaciones periódicas y con los cuadros de costumbres del Barroco como precedente. La finalidad del costumbrismo es satirizar aspectos políticos y sociales de la realidad; y pintar con autenticidad las manifestaciones más peculiares y castizas del pueblo español. Dicho retrato se lleva a cabo a través de dos técnicas: la del tipo y la de la escena. En la primera, se describe a un personaje típico de la vida española (el majo, el calavera…) y, en la segunda, intervienen varios personajes planteando una narración que, de modo sintético, ejemplifica determinados usos y costumbres. Existen dos tipos de costumbrismo. Un costumbrismo conservador y nostálgico, que trata de preservar y salvar del olvido las costumbres que presenta en sus cuadros, tal es el caso de las Escenas matritenses de Mesonero Romanos y las Escenas andaluzas de Serafín Estébanez Calderón. Y un costumbrismo progresista que reflexiona y profundiza, censurando aquellas costumbres que son manifestación de algún atraso o carencia del pueblo español. En esta línea se encuentra la obra del más importante prosista romántico: Mariano José de Larra.
Larra encarna en su vida y en su obra al prototipo del escritor romántico. En la vida, por el trágico final de su existencia. En su obra, por su concepción de la literatura como algo al margen de todo dogma y como instrumento de crítica a una realidad que le resultaba desagradable. Su obra se despliega en los múltiples artículos periodísticos que escribió. Dichos artículos se suelen dividir, atendiendo a su contenido:
• Crítica literaria. En los que dedica especial atención a la vida teatral. Se declara admirador de Moratín y el teatro neoclásico; pero no escatima elogios hacia el drama romántico y en especial hacia El trovador de García Gutiérrez y Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch.
• Políticos. En los que, con los naturales inconvenientes de la censura, Larra fustiga el Absolutismo, el carlismo, y, también, algunas políticas liberales (Mendizábal).
• Costumbres. Son los más interesantes desde el punto de vista literario. Mientras Mesonero Romanos o Estébanez Calderón, describen por el mero hecho de recrearse en lo pintoresco, Larra lo hace con un afán crítico. Crítica moral y social que arremete contra la ignorancia, el casticismo fanático (El castellano viejo), la ineficacia del funcionariado (Vuelva usted mañana) y otros aspectos concretos de la vida española. En algunos de ellos, un radical pesimismo trasciende lo social y lo político expresando un spleen casi existencialista: Nochebuena de 1836, Día de difuntos de 1836.
Larra utiliza en sus artículos la descripción y la narración para ejercer su crítica, con técnicas que anticipan el esperpento de Valle-Inclán, su estilo es vigoroso y vehemente. No son pocos quienes lo consideran el primer prosista contemporáneo.

El teatro
Hasta los años 30, el panorama que nos encontramos en los escenarios españoles es muy semejante al del siglo anterior. Siguen reponiéndose comedias del XVII, alguna comedia de corte moratiniano, sainetes y algunas traducciones de melodramas de origen francés.
En 1834 se representarán los primeros dramas románticos consiguiendo, de modo fulminante, el favor de un público mayoritario. Dicho éxito es fácil de entender, basta con analizar las características fundamentales de un género, que, en algunos aspectos, suponía un retorno a las enseñanzas de los grandes maestros del Barroco. Analicemos dichas características.
• El eterno tema es el amor. Amor absoluto e ideal, frustrado por la oposición familiar y, en última instancia, por un destino del que los enamorados son víctimas.
• Como tema secundario, íntimamente relacionado con el anterior, cabe citar la libertad, el derecho a rebelarse frente a la tiranía, la reivindicación de la felicidad individual frente a las convenciones sociales (matrimonio de conveniencia).
• Los personajes son tipos esquemáticos. No varían psicológicamente a lo largo de la historia. El hombre suele ser un héroe de origen desconocido y la mujer una dama de gran belleza. La división de los personajes en conflicto suele ser maniquea.
• Las tramas se ambientan en la historia medieval o áurea.
• Se mezclan los géneros, de hecho, el drama es un género mixto por definición.
• Se mezclan prosa y verso, o se usa el verso polimétrico.
• Se conculca la regla de las tres unidades.
• El número de actos es variable (de tres a cinco).
• Presenta gran importancia la escenografía.
• Las tramas son enrevesadas, plagadas de intriga, peripecias y anagnórisis, con el fin de conmover al espectador, objetivo fundamental de este teatro.

Entre los autores y obras más importantes habría que citar La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa, que inaugura el género; Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas; El trovador, de García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, de J. E. de Hartzenbusch y, naturalmente, Don Juan Tenorio, de José Zorrilla.