“Los efectos de la Guerra Civil en la sociedad española:
alusiones en Nada de Carmen Laforet"
© Claudia O. Tovar
Texas Tech University
Más allá de las alusiones explícitas a la Guerra Civil española, la novela Nada (1945) de Carmen Laforet, muestra a través de sus personajes, del ambiente y de la narración en general, los efectos desastrosos que el conflicto bélico dejaría a la España de los años cuarentas. En ese sentido, este ensayo analizará, el reflejo de dicho acontecimiento histórico en el primer trabajo literario de, en ese entonces, la joven y desconocida escritora.
En primer lugar, conviene aclarar las circunstancias bajo las cuales se encontraba la novela de la posguerra. Por una parte, el aislamiento político (mismo que imposibilitó el acceso a las fuentes culturales extranjeras) y, por la otra, la censura (Barrero 50).
En general, las novelas de los años posteriores a la Guerra Civil demostraron una total dependencia de las tendencias vigentes en el primer tercio del siglo. Con todo, el exilio, la represión y la censura crearon un panorama precario, agravado por las penurias editoriales y por el empobrecimiento intelectual del país.
Como ya se ha dicho, Nada fue la primera obra literaria de Carmen Laforet. A grandes rasgos, “[l]a novela narra el agotamiento de las clases medias, su falta de perspectivas tras la guerra y la confusión que les produce la falsa identidad que deben asumir en un mundo regido por el deber ser y la apariencia” (De la Fuente 12). Nada es, además, una obra triste, desalentadora, de tono sombrío y existencial, que refleja el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista.
En opinión de Rafael Bosch esta novela es “de interés puramente histórico” (130). Sin embargo, no es así, ya que en ella “la guerra está presente ya como hechos narrados, ya como fondo histórico o marco de referencias” (Wu 165). Además, el trabajo de Laforet realza su valor literario al utilizar los recursos técnicos de la novelística de la época, que le dan vida a los personajes y mediante los cuales la autora expone sus ideas. Cabe agregar que Nada no refleja aspectos ideológicos y políticos sino que centra su atención en los aspectos de la vida individual y social (141). En la narración, Carmen Laforet destaca el papel de la familia, el ambiente, la psicología, el modo de ser y de conducirse de los personajes y el medio social en que se desenvuelven (145).
[L]a guerra se puede encontrar entre las líneas, y en la forma de una obsesión por señalar constantemente las consecuencias destructivas como los desequilibrios psicológicos, la economía arruinada, la miseria y el miedo. La guerra no se representa mediante la relación conflictiva entre los vencedores y los vencidos u opresores y víctimas, sino que más bien se manifiesta a través de una realidad catastrófica que se refleja en la vida cotidiana española de la posguerra. (165)
Manuel José Ramos resume de la siguiente manera las circunstancias de la sociedad española en la posguerra:
[Fueron] años marcados en la misma proporción, por la desesperanza y la esperanza y, al mismo tiempo, por el miedo, la censura, el autoritarismo, la falta de libertades, el hambre, las cartillas de racionamiento, el frío, la censura de libros y de películas. En definitiva, la época más negra que, desde todos los puntos de vista, se ha vivido en España en este último siglo. (290)
De igual manera, la novela muestra una España dividida por el conflicto bélico, un ambiente en el que las personas luchan por sobrevivir, pero sin tener un futuro claro. Así, algunos personajes en Nada, reflejan las reminiscencias de la guerra que Ramos menciona, por ejemplo, el carácter controlador de Juan, parece remitirnos al autoritarismo impuesto por el gobierno franquista. Además, se puede percibir que la tía Angustias representa el control, cuando Andrea comenta: “sujeta por su mano, así tenía que permanecer” (Laforet 19). Randolph Pope, por su parte, asegura que Nada, “casi se atreve a diagnosticar la Guerra Civil como el origen del desquiciamiento de los personajes” (17). Por ejemplo, en un momento dado, Angustias, refiriéndose a la abuela dice “[c]on los sufrimientos de la guerra, que aparentemente soportaba tan bien, ha enloquecido” (Laforet 74).
La falta de libertades, de opciones de vida, especialmente para la mujer, también es un tema evidente en esta novela, en particular, en el siguiente diálogo entre Andrea y Angustias:
ANDREA. ¿Según tú una mujer no puede casarse, no tiene más remedio que entrar en el convento?
ANGUSTIAS. No es ésa mi idea.
(Se removió inquieta)
ANGUTIAS. Pero es verdad que sólo hay dos caminos para la mujer. Dos únicos caminos honrosos…Yo he escogido el mío, y estoy orgullosa de ello. He procedido como una hija de mi familia debía hacer. Como tu madre hubiera hecho en mi caso. Y Dios sabrá entender mi sacrificio… (72)
Así, el personaje de la tía Angustias representa la represión, la censura, la falta de libertad de la época tanto por lo que fue su vida, como por lo que espera sea la de su sobrina Andrea.
Durante el período histórico que nos ocupa, “[e]l régimen promovía una imagen ‘ideal’ de mujer como ‘eterna’, pasiva, pía, pura, sumisa mujer-como-madre para quien la abnegación propia era el único camino hacia la satisfacción verdadera” (Donapetry 75). De manera que, la mujer que tenía deseos e ideas propias e independientes con respecto a sus funciones maternas, estaba condenada a “no ser”, pero si era una mujer como el régimen indicaba, tenía que ser ella misma lo menos posible en favor de los hombres, quienes representaban el centro de su existencia (84). En ese sentido, Gloria lleva consigo un tanto cuanto un grado de abnegación que hace que se niegue a sí misma como ser individual. Gloria vive en la casa de la calle Aribau, bajo un constante miedo, y a la vez en una actitud pasiva, que no le permite modificar su vida angustiosa y de sufrimiento, oprimida por los arranques violentos de su esposo. Esto es evidente “cuando Gloria se queja a Andrea de la locura de Juan, aquel hombre atormentado que la golpea y del que no puede huir, simplemente porque no vislumbra su vida de otro modo” (De la Fuente 55).
¿Y cómo se puede huir cuando el hombre tiene una navaja y unas piernas para seguirte hasta el fin del mundo? ¡Ay, chica, tú no sabes lo que es tener miedo!... […]. Y si siempre fuera malo, chica, yo le podría aborrecer y sería mejor. Pero a veces me acaricia, me pide perdón y se pone a llorar como un niño pequeño… Y yo, ¿qué voy a hacer? Me pongo también a llorar y me entran los remordimientos…, porque todos tenemos nuestros remordimientos, hasta yo, no creas. (Laforet 189)
Otro de los aspectos que estaba mal visto en la mujer, era el hecho de fumar. “Fumar era un gesto desafiante y llamativo que rompía con el ideal de discreción que se exigía a la mujer” (De la Fuente 50). En el personaje de Andrea, es evidente que el fumar es un acto de rebeldía:
ROMAN. Ya sé que te gusta fumar.
ANDREA. No; pues no me gusta.
ROMAN. ¿Por qué me mientes a mí también?
[……………………………………..]
ANDREA. Pues no me gusta fumar. En el pueblo lo hacía expresamente
para molestar a Isabel, sin ningún otro motivo. Para escandalizarla,
para que me dejara venir a Barcelona por imposible. (Laforet 26)
En España la gente tenía que vivir bajo las políticas represoras del gobierno. Esa era una de las razones por las que la Guerra Civil fue “una época de miedo pero también de esperanza” (Ramos 303). Al viajar rumbo a Barcelona, Andrea representa la esperanza de encontrar una vida mejor, representa a las personas que salieron de su ciudad de origen para escapar de los conflictos nacionales. A pesar de que durante todo ese año en la casa de la calle Aribau, no pasa nada, la protagonista renace al salir de allí rumbo a Madrid para vivir con su amiga Ena. “La carta de Ena me había abierto, y esta vez de una manera real, los horizontes de la salvación” (Laforet 191).
Las consecuencias de la Guerra Civil también se perfilan en los aspectos económicos de la sociedad. […] [L]a guerra se presenta como la causa directa de las dificultades económicas y familiares que padecen los personajes. Frecuentemente se nota en las alusiones a la escasez material en el periodo de posguerra. (Wu 167)
Respecto a la carestía de víveres, nadie como Inmaculada de la Fuente para describir las circunstancias de la época:
Como en el inicio del Génesis, en los cuarenta no había nada. Ese era el sentir de muchos españoles cuando escudriñaban en sus despensas o se aventuraban a inspeccionar la calle. […] No había nada. Ni víveres suficientes ni perspectivas de futuro. Sólo algunas, pocas, esperanzas. La victoria había traído el orden y la resignación, pero en aquel abril de 1939, todavía envuelto en brumas, la vida seguía detenida y la deseada normalidad se demoraba. En los primeros días de la victoria se anunció el fin de las cartillas de racionamiento impuestas durante la guerra, se normalizó la venta de aceite y de carne y se impusieron los precios anteriores al 18 de julio de 1936, en un intento de borrar de golpe las secuelas de la guerra. Pero la devastación había sido tan honda que, dos meses después, la falta de abastecimiento obligó a las autoridades a racionar de nuevo los alimentos de primera necesidad, lo que no impidió que los mejor relacionados favorecidos acapararan parte de esos escasos y codiciados artículos vendidos en el mercado negro a precios desmesurados. (37)
Raymond Carr en su libro España de la dictadura a la democracia respecto a la autarquía agrega:
Lo que era peculiar y único en la economía española no eran la escasez de suministros y su consecuente racionamiento, ni el control de los precios, sino el grado de ese control, la torpeza del aparato que lo ejercía y la extravagante jerga nacionalista con que las decisiones económicas eran presentadas al público. (71)
Este problema económico-social por el que España atravesaba, aparece en la novela Nada, obra que “simbolizaba la miseria y la oscuridad de los años del estraperlo y el hambre…” (De la Fuente 11). En la narración, Gloria es un elemento medular, ya que representa “las estrategias para combatir el hambre y luchar por la supervivencia…”(77).
La lucha por la supervivencia económica también la refleja Angustias, pues representa además, al grupo de españolas solteras que “se mostraban diligentes en trabajar” (38), pues era quien se encargaba de mantener a la familia.
En la novela, el hambre, la necesidad económica y la pobreza son hechos indiscutibles a los que Carmen Laforet alude en varias ocasiones, particularmente en el personaje de Andrea, la protagonista. Para muestra baste el siguiente pasaje de la narración:
Angustias examinando mis zapatos [los de Andrea], cuyo cuero arrugado como una cara expresiva delataba su vejez, señaló las suelas rotas que rezumaban humedad y dijo que yo había cogido un enfriamiento por llevar los pies mojados.
ANGUSTIAS. Además, hija mía, cuando se es pobre y se tiene que vivir a costa de la caridad de los parientes, es necesario cuidar más las prendas personales. Tienes que andar menos y pisar con más cuidado… (40)
Como se ha podido observar hasta ahora, la Guerra Civil significó una ruptura de la continuidad histórica, ideológica, cultural y moral de la vida española que provocó una conciencia de discontinuidad. La gente vivía desorientada a causa de la dislocación en la sociedad producida por el conflicto civil. Este hecho aumentó la necesidad de mucha gente del auxilio de la religión. Por su parte, el catolicismo, contaba con autoridad para intervenir en la vida social, y, por eso, la Iglesia católica se afianzó como una fuerza política en la España de la posguerra. Como consecuencia, los aspectos sociológicos e institucionales de la Iglesia se convirtieron en una fuerza dominante de la época (Wu 155-56).
En la novela de Carmen Laforet, hay varias alusiones a la religión católica. Por ejemplo, cuando Angustias se despide bendiciendo a la familia como una santa y posteriormente, al partir el tren en que viajaba, se santigua. Sin embargo, es importante aclarar que:
los aspectos religiosos manifestados […] carecen de valor teológico y bíblico, y se presentan cargados de un sentido social, porque el enfoque religioso radica en un ambiente determinado por la situación histórica y política de la posguerra. (164)
Por eso, lo que hace Laforet es, dirigir su atención a “los valores morales de la cristiandad dentro del contexto social” (164).
En conclusión, fueron muchos los efectos desastrosos causados por la Guerra Civil española. Algunos de ellos como la represión, el desquiciamiento, el autoritarismo, la falta de libertades, la pobreza, el hambre y la función social de la religión católica han sido desarrollados en la narración, unas veces explícita y otras sutilmente a través de la escritura sencilla de Carmen Laforet, quien, al ser partícipe de los terribles acontecimientos históricos, no ha dejado de aludir a lo inexpresable en su primera obra literaria tan acertadamente titulada Nada.